sábado, 3 de febrero de 2018

Instituto Rural Para Artistas Y Creativos

Instituto Rural Para Artistas Y Creativos / Hostal
Este edificio como uso de instituto rural pretendia que artistas y creativos de todo el mundo pudieran trabajar, convivir e intercambiar experiencias e inquietudes en un enclave natural de incomparable belleza, lo cual estimula los sentidos y desarrolla la visión espacial. Trabajar lejos de su entorno habitual, sin la presión laboral y familiar de la vida cotidiana, en un ambiente tranquilo y relajado, favorece la fluidez de ideas y contribuye a desarrollar la capacidad artística y creativa innata de los artistas.Su promotor, era un artista que tenia raices en el lugar ya que su padre vivió en la zona ,lo puso en marcha en 2006 .
Se trataba de una empresa con objeto social diverso: alojamiento rural; taller dedicado al estudio y recuperación de técnicas artesanas tradicionales, cursos y seminarios sobre disciplinas artísticas y oficios artesanos,fabricación, exposición y venta de obras de arte, antigüedades y objetos artísticos, promoción de artistas, ediciones diversas, campamentos deportivos y recreativos. 
A este lugar fui sin saber nada sobre su historia ,ni de lo que alli se hacia,una tarde haciendo senderismo pasamos justo por las puertas y me propuse volver en otra ocasion camara en mano a ver lo que el interior me contaba,pues bien ,fui en otra ocasion,hice el reportaje  y ya en casa indagé por la red para buscar cualquier informacion que me aportara algo,fue dificil y largo encontrar algo interesante.
 Pero al final acabo apareciendo,la historia me parecia mas interesante si cabe que el edificio en sí,he leido unas cuantas cosas impactantes sobre gente que pasó por allí,habia critica buena y mala;de la critica buena habia poca, pocas fueron las almas con ilusion que hasta ahi viajaron para disfrutar de lo que realmente se prometia. La critica mala algunas veces era hasta surrealista, un relato que explicaba resumidamente lo que alli pasaba es el de Marcela Noriega,el cual ella titula "La residencia fantasma":

PD:(He variado algunos nombres y lugares para mantener cierta privacidad)
-->El dueño es un artista del reciclaje. En sitios públicos ha montado enormes esculturas hechas con chatarra. Su biografía cuenta que sus obras también están en el Museo Vaticano y en Palacio de las Naciones, en Ginebra. Con sus 65 años, cabellos blanco platino, modos agradables y su sonrisa fácil y ligera, me espera en la puerta. Con minuciosidad, me muestra la residencia. Mientras tanto, me cuenta cómo él y otros entusiastas construyeron este lugar, cuando aquí no había nada más que el cerro pelado.

Entramos a varias habitaciones, me explica cómo funcionan la cocina, la ducha, los espacios comunes. La casa que él ocupa está conectada por un pasadizo a un hostal rural, también de su propiedad, al que suele llegar mucha gente sobre todo en verano. Los dormitorios de los artistas quedan del otro lado, yendo por un camino de piedra. El dueño me instala en un cuarto-cueva, cuya pared es de roca pura. Es pequeño, pero me gusta porque parece la cueva de un hobbit. Sin embargo, hay algo que me molesta: El dueño no me mira a los ojos.

A medida que recorremos el lugar, me voy dando cuenta de que aquí no hay nadie, excepto nosotros. ¿Dónde están todos?, le pregunto. “Ya vendrán”, me contesta despreocupado y sigue hablando de cualquier cosa. Al atardecer, me lleva a conocer el pueblo. ------Me impresiona el lugar y también lo que me dice, sin embargo, sigo inquieta. La idea de que estamos solos en aquella enorme residencia me perturba.------>

------>Al día siguiente, recorro la aldea. Voy a la tienda, compro pan, queso, jamón, jugo. La dueña, Rosa, me mira extrañada. Me pregunta dos veces si yo soy la que está en la residencia de este artista. Otras mujeres entran, me miran de reojo. -------- >Esto es la España profunda, pienso, mientras veo el deplorable panorama: un toro agonizante en la televisión, mientras un público eufórico grita vivas al torero; gente que bebe amodorrada, otros gritan de esquina a esquina en un castellano cerrado y difícil. Un par de vejestorios panzones con la camisa abierta, bebedores insaciables de vino, se sientan en mi mesa sin pedir permiso, e intentan seducirme a punta de chistes triple X. Casi no entiendo lo que dicen, escupen restos de comida cuando hablan.

------->En dos días me voy a Valencia, me informa sel artista cuando regreso. Pero antes debes pagarme el 25% que no cubre la beca. Son 10 euros por cada día. Le pago la mitad, 900 euros por tres meses.

------->(La chica hace una visita a los lugares de la zona)....subo peldaño tras peldaño, bañada en sudor, hasta el castillo. Ahí está Pablo, el chico que lo custodia. A Pablo le parece increíble que yo haya viajado desde Ecuador para venir a una residencia de artistas que, según dice, hace tiempo está cerrada. Nadie se ha alojado ahí hace años, asegura. Se me hiela la sangre.

¿Cómo dices? Sí, yo pensé que ya nadie podía entrar, no sé cómo es que te han aceptado, este hombre tuvo algunos problemas, hubo quejas de artistas y abandonó el lugar. ¿Y a dónde se fue? Vive en Valencia con su mujer. Me quedo atónita. Bajo del castillo y entro a otro lugar , El "dueño" está en la puerta. Es un personaje estrambótico: larguísimos bigotes a lo Dalí, fajín de torero, mirada de pícaro y manos largas. Me lleva a conocer su guarida: una enorme cueva que funciona como sitio turístico y bar. Enseguida se insinúa, dice que si lo necesito puede comprarme un celular. No, gracias, ya tengo uno, le contesto. Entonces, puedo darte trabajo en mi local, propone. Te pagaré 50 euros diarios. Lo pensaré, le digo. El "dueño" es un tipo con dinero habituado a comprar los favores de las mujeres, a escondidas de su esposa. Una señora de bigotes y aspecto temible: la verdadera dueña de su fortuna. Me lleva en su convertible rojo de regreso a la residencia y me invita, el día que yo elija, a conocer los pueblos aledaños.

Cuando subía de visitar estos lugares , vi un letrero alto que decía: “Universidad Rural Internacional”. Debajo del letrero y en los alrededores no había nada. ¿Dónde queda la universidad, Lucas? le pregunto, mientras él conduce.

¡Ah! Eso es un proyecto que tengo en mente, pero aún no tenemos un lugar físico, por ahora solo existe en mi cabeza, responde como si nada. Pero... ¡tú me enviaste papeles, supuestamente oficiales, con el sello de esa universidad. ¡Yo pensaba que esto era algo serio! No contesta. Se queda callado, con cara de ofendido. Se agarra constantemente el hombro derecho. Me había contado que tenía una dolencia y debía ir a Valencia para hacerse tratar. Hace muecas de dolor. Yo hago muecas de rabia.¿Y dónde está la gente?, insisto. Se supone que esta es una residencia de artistas. ¿Por qué no hay nadie? Ya te dije que no han venido aún, dice enojado, sin mirarme. Ya vendrán.

Mi amigo Carlos, de Barcelona, baja a verme. Carlos me acompaña de regreso a la residencia, el dueño está ocupado instalando a una gran familia en su hostal. Nos habla apenas. Este tío es raro, parece que esconde algo. No mira a los ojos, me dice Carlos. Bajamos al pueblo.Mientras conversamos y comemos pistachos nos terminamos tres botellas de vino rosado. Nos da calor y nos metemos a nadar al río. Subimos a la residencia, metemos una pizza en el microondas y cantamos canciones de Manolo García. El dueño ni nos mira. Carlos se va al día siguiente. Y, cuando me doy cuenta, el dueño también se ha ido. Me quedo sola en este lugar enorme que empieza a parecerme siniestro. Intento conectarme a Internet y no funciona. Tampoco hay teléfonos ni televisión.

Si quiero comer, debo ir al bar de la aldea donde me acosan los viejos morbosos, o me miran con tirria sus mujeres. Son grandes y barbudas. Pero también hay gente decente que me pregunta qué hago en aquel lugar abandonado.Yo vine a escribir un libro, les digo. Me miran preocupados. Pienso que ellos saben algo que no quieren decirme. Hay mucha familia de el dueño regada por la aldea; nadie me quiere decir nada. Salvo Miguel, un pintor mexicano que llegó hace años a la residencia y, al ver que no era lo que él esperaba, se buscó un trabajo en el pueblo. Se casó con la dueña del bar. Esa residencia es una estafa, vete cuanto antes de ahí, me dice en voz baja para que su mujer no escuche, mientras lava unos platos. Nadie quiere problemas con este hombre, me avisa. Yo prefiero no volver al bar. Me alimento de pan, queso, jamón y cerveza que compro en la tienda, también de fruta cuando viene el camioncito. Solo los pájaros hacen ruido por las mañanas. El resto del tiempo el silencio es crudo.

Una noche, mientras intento escribir en la cocina, entra el dueño sin avisar. Me da un gran susto. Se sienta y dice que ha venido a buscarme, porque no me vio más en el bar. ¿Cómo entraste?, le pregunto. Cualquiera puede entrar, no hacen falta llaves. Así mismo lo ideó el dueño. Estoy sola e incomunicada en un lugar inseguro. Intento no quedarme todo el día en la residencia. Bajo al pueblo y nado en el río. Un día veo que un hombre de piel oscura me sigue. Me observa mientras nado, arrimado a un árbol. Cuando salgo del agua, le pregunto qué quiere. Acompañarte, me dice, en un castellano extraño. No quiero compañía, le contesto. Mientras subo hacia el instituto, viene detrás de mí, como un sucio perro. Dice que es el pastor de las ovejas. Ahora entiendo por qué huele tan mal. Las he visto en la cúspide de la montaña. Soy marroquí y tengo papeles, repite una y otra vez. El sol me pega con fuerza en la cara. No tengo mujer y busco una, dice. Yo intento no prestarle atención, y ocultar lo mejor que puedo el miedo.

otro día, El "hombre del convertible rojo",me lleva a conocer los pueblos cercanos, pero en lugar de guía turístico resulta ser un pervertido. Al principio, me trae rosas que él mismo cultiva, incluso me ofrece prestarme uno de sus carros –no sé conducir, le digo–. Cuando ve que fracasa en sus intentos, va al grano: me ofrece dinero a cambio de que, por lo menos, le permita “verme desnuda”. “Tú no tendrás nada que hacer, soy eyaculador precoz”, me dice.
((dato de esta historia que desconozco de si es cierto o no)) La angustia empieza a apoderarse de mí, no me deja escribir ni dormir. Duermo por las mañanas, porque en las noches siento que rondan la residencia y prefiero estar alerta. No tengo a nadie con quién hablar.

Pasan no sé cuántos días, y al fin el dueño reaparece. Me dice que me calme, que está por llegar una pintora argentina. Con Ayelén llega la luz. El dueño la recibe y regresa a Valencia. En este lugar no hay ni un ama de llaves, ni un guardián, ni un perro que cuide, le cuento a Ayelén. Y el pueblo está lleno de viejos cochinos. ¿Y cuánto tiempo has estado aquí?, me pregunta. Saco las cuentas. Tres semanas… ¡21 días! Son las once de la noche, estamos sentadas mirando el castillo encendido y planeando cómo hacer para que el dueño nos devuelva el dinero, cuando, de repente, un hombre se para a nuestro lado. Gritamos del susto. Es David, otro mexicano que, igual que su paisano del bar, un día llegó a la residencia y se quedó viviendo en la aldea.

Vine a invitarlas a almorzar mañana en casa de el dueño, nos dice. Aceptamos. También nos previene: deben encerrarse con llave, porque ha habido robos. Esa puerta que ven ahí –nos señala la puerta de la cocina, donde yo suelo escribir- está dañada, porque intentaron meterse. Al día siguiente, David pasa por nosotras a la hora del almuerzo. Nos lleva a casa de este hombre. Pero el almuerzo no es ahí. Subimos en su coche y nos lleva por un camino de tierra, apartado. Bajamos en una estepa. ¿Qué es aquí?, preguntamos. Esta es mi casa de retiro, donde me escondo de mi mujer, dice el muy sinvergüenza. Entramos y vemos con sorpresa que las paredes están llenas de fotos de chicas desnudas.

Es un bulín, un cobertizo escondido. Hay herramientas y huele a aceite de carro. Este hombre y David insisten en que bebamos vino. El español empieza a contar chistes sexuales, mientras el mexicano se ríe de cualquier cosa. Ayelén y yo nos levantamos. Ella está furiosa. Ahora mismo nos largamos de este pueblo, dice y me agarra de la mano. Salimos casi corriendo. Ellos van detrás de nosotros pidiendo que volvamos.

Hacemos las maletas. Salimos a la carretera, tomamos el bus rumbo a Valencia para encarar al dueño. Lo citamos en un café del centro. Al principio, el hombre está reticente a devolvernos la plata. Pero sabe que soy periodista y le recuerdo que tengo amigos en medios, en España. Lo amenazamos con sacarle una nota en la prensa. No le queda más remedio que ceder. Nos devuelve todo el dinero. Ayelén se va para Barcelona----------
((Y al fin las dos retoman otra marcha bien diferente ))

-Marcela Noriega-




USO COMO HOSTAL
Este lugar fue constituido tambien como Complejo Rural , que solicitó licencia municipal para desarrollar la actividad de turismo rural.Contaba con una suite y 16 habitaciones, organizadas en cuatro módulos de cuatro habitaciones cada uno,Son habitaciones construidas en escalón en la ladera de la montaña. A casi todas ellas se puede acceder por la terraza exterior,las habitaciones tenian baño integrado con ducha de hidromasaje, TV, frigorifico, microondas, alacena,caja fuerte y un ventanal con vistas sobre la hoz de el rio.El precio por persona y dia solia rondar los 30 euros,tenía un grupo de cinco habitaciones dedicadas al cine que llevan el nombre de directores de cine: Buñuel, Berlanga, Amenabar, Almodovar y Garci, En las zonas comunes se ofrecian varios servicios, Se podia disfrutar de biblioteca, barbacoa, jardines, terraza, sala de internet, e incluso se podia practicar la escalada sin salir del Complejo Rural.

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Me he informado en el registro de empresas y tambien de los cargos y administradores de el edificio ,mismo edificio bajo distintos nombre y varios tipos de actividades registrados en este local, En general y como conlusion el dueño ha tenido problemas legales con cada proyecto que ponia en marcha  ,el lugar en el que se encuentra situado es maravilloso,un lugar asi deja de funcionar si no  se hacen las cosas del modo correcto.
























































































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